Capítulo 5 ¿Sabes disculparte?
La puerta se abrió de una patada desde dentro, chocando con fuerza contra las dos chicas que esperaban fuera. El recipiente con agua que llevaban se derramó sobre ellas.
—¡Ah! —El grito, el choque y el sonido del agua salpicando retumbaron por todo el baño.
Después de que las dos chicas fueran empujadas hacia atrás por el impacto de la puerta, chocaron con otras chicas que estaban observando la conmoción. Luego cayeron al suelo mojado mientras sus gritos se mezclaban en un coro caótico.
Isabella apartó con tranquilidad la puerta rebotada con la punta del pie mientras llevaba las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta. Al mismo tiempo, miró a las chicas empapadas y despeinadas que estaban en el suelo. Luego, levantó poco a poco la mirada hacia la única que consiguió evitar mojarse, era la reina de belleza Nélida Leiva.
Lilia fue al baño y se encontró con aquella escena. Cuando vio a Isabella en el retrete, retrocedió sin vacilar. Corrió lo más rápido que pudo, temiendo que, si era un segundo más lenta, Isabella la «chantajearía», y entonces todo el mundo sabría que esa estúpida cerda gorda era su hermana mayor. Isabella observó a Lilia huir sin miramientos. Salió de la caseta y se acercó a las chicas que estaban en el suelo, con sus fríos ojos fijos en Nélida.
El rostro de Nélida estaba un poco pálido por la impresión. Molestó a Isabella en innumerables ocasiones, pero era la primera vez que se defendía. Al ver a Isabella acercarse a ella paso a paso, se dio cuenta de que Isabella no se parecía en nada a la chica débil e indefensa que conoció. Así que no pudo evitar retroceder. Al final, su espalda estaba pegada a la puerta y no tenía otro lugar donde refugiarse.
—¿Qué… quieres?
Antes de que pudiera terminar, el puño de Isabella voló hacia su rostro.
—¡Ah! —Nélida soltó un grito y cerró los ojos con fuerza. Sin embargo, el dolor esperado nunca llegó. Confundida, Nélida abrió los ojos y se encontró con el rostro de Isabella justo delante de ella, con el puño justo al lado de la oreja. Antes de que Nélida pudiera recuperarse del shock, escuchó la fría advertencia de Isabella.
—Si hay una próxima vez, no tendrás tanta suerte. —Al ver la expresión de sorpresa de Nélida, Isabella sintió que perder el tiempo con esa gente era indigno de ella.
Así que retiró la mano, se la metió en el bolsillo y se marchó como si nada pasara. Nélida giró poco a poco la cabeza. Entonces se fijó en una abolladura con finas líneas que se extendía en la puerta de madera maciza. Tardó un rato en recuperar la compostura. Después, miró incrédula a sus desaliñadas seguidoras en el suelo. Tarde se dio cuenta de que fue molestada por aquel Cerda Gorda, y de inmediato la ira afloró en su corazón. Con expresión feroz, dijo:
—¡Isabella, espera!
De regreso, Isabella vio a Emanuel esperando ansioso en el pasillo fuera de su clase. Al verla, se acercó de inmediato.
—Isabella.
—¿Qué pasa?
—Escuché que estabas acorralada en el baño.
—¿Así que viniste a ver si estaba bien? —Isabella entendió de inmediato al verle asentir—. Te lo dije, es que antes no me molestaba en tratar con ellas.
Al ver a su hermano pequeño, que no tenía ningún parentesco de sangre con ella, subir y bajar cojeando las escaleras, Isabella se sintió un poco conmovida. Así que, la por lo normal callada Isabella le habló un poco más, su tono algo tranquilizador.
—Estoy bien.
—En realidad es el hermano pequeño de la cerda gorda. Un lisiado y una cerda gorda. Cielos, los genes de esta familia están tan bien distribuidos. —Una inoportuna burla arruinó el ambiente.
Isabella se giró y vio a dos chicos que salían de la puerta de al lado. Uno de ellos era Miguel Sánchez, el enamorado de Isabella en su vida anterior. Isabella lo miró despectiva y lo evaluó.
«El galán del colegio, ¿eh? Como mucho, tenía un conjunto completo de rasgos faciales y no era ni la mitad de agradable a la vista que su hermano pequeño».
La torpeza de Emanuel permitió a Miguel aprovecharse de él. La mirada de Isabella se dirigió entonces al chico, que acababa de hablar.
—Es una cerda gorda y tiene un tullido como hermano, pero aun así se atreve a tener un flechazo contigo con estas condiciones —le dijo un chico a Miguel.
El rostro de Miguel se ensombreció. Por lo visto, que Isabella estuviera enamorada de él era una vergüenza. Así que le dijo al chico:
—Ya basta.
Cuando se dio cuenta de que Miguel estaba descontento, el chico hizo un gesto y le dijo a Emanuel.
—Hey, lisiado, la clase está a punto de empezar. Si no vuelves ahora, llegarás tarde.
El rostro claro y delicado de Emanuel se puso rojo. Al mismo tiempo, apretó los puños a los lados mientras intentaba contener la ira.
—Vámonos. Esto es tan aburrido. —Antes de que el chico pudiera terminar la frase, una mano gorda agarró su cuello y lo estampó contra la pared. El impacto le causó mucho dolor en la nuca y la espalda, por lo que gritó de dolor. Cuando levantó la vista, vio el rostro de Isabella.
—Oye, Cerda Gorda, ¿buscas pelea? El chico estaba muy delgado. Así que, después de forcejear un par de veces, pero sin conseguir soltarse, se enfadó y avergonzó y maldijo en voz baja.
—¿Sabes disculparte? Vamos, hazlo —le dijo Isabella.
—Te pediré perdón en el infierno. Quítame tu sucia mano de encima.
—Isabella lo reprendió con frialdad.
El chico se quedó sorprendido por el tono enérgico. Cuando vio la mirada de repente gélida de Isabella, se quedó un poco estupefacto.
—¿Qué haces? Suéltalo —dijo Miguel a Isabella con irritación. Si no fuera por este chico, no querría ni dirigirle la palabra a Isabella.
Como Miguel hablaba por él, el chico pasó de inmediato de estar estupefacto a tener una sonrisa burlona. Miró a Isabella con desdén, como pensando.
«De todos modos, seguirás obediente a lo que te diga Miguel, Cerda Gorda».
Sin esperarlo, Isabella ni siquiera miró a Miguel.
—Cállate. Esto no tiene nada que ver contigo.
Este comentario dejó a todos estupefactos.
Miguel no esperaba que Isabella respondiera así. Después de recuperarse de la sorpresa, se sintió avergonzado, pero no supo cómo responder. Emanuel miró a la dominante Isabella con expresión sorprendida.
Isabella perdió la paciencia. Si no estuviera en la escuela, tomaría medidas hace tiempo. Ella apretó su agarre y el muchacho fue ahogado por su apretón. Poco a poco, su rostro se puso rojo. En el pasillo se congregó una multitud. En ese momento, el chico deseó esconderse en un agujero, pero tenía aún más ganas de golpear a la Cerda Gorda que tenía delante. Sin embargo, no podía liberarse del todo. Así que, al ver que cada vez se reunía más gente a su alrededor, el chico apretó los dientes y dijo:
—Lo siento.
Isabella se inclinó más hacia él y le dijo en un tono bajo que solo ellos dos podían escuchar:
—Si vuelvo a escuchar la palabra «tullido», me aseguraré de que experimentes lo que esa palabra significa. —Con un gesto desdeñoso, apartó al escuálido muchacho como si se sacudiera la suciedad—. Piérdete.
Los ojos del chico brillaron de furia mientras miraba con fiereza a Isabella, pero no se atrevió a hacer nada. Justo entonces, sonó el timbre. Entonces, Miguel lo llamó para que volviera a clase, dándole la oportunidad de marcharse.
—¿Qué haces aquí todavía? ¿No escuchaste el timbre? —Isabella giró la cabeza y encontró a Emanuel de pie, aturdido, lo que le pareció divertido.
Emanuel se esforzó por comprender el cambio drástico de Isabella, pero logró hacer la pregunta crucial:
—¿Ya no tienes sentimientos por Miguel?
Todo el mundo sabía que su hermana estaba enamorada de Miguel y que se enfrenó a una humillación pública por confesarle su amor. Cuando eso ocurrió, Emanuel incluso se sintió avergonzado por ella. Isabella estaba desconcertada.
—Para empezar, nuca sentí nada por él.
Por casualidad, Miguel, que estaba a punto de entrar en el aula, escuchó eso.
Reencarnación de la Asesina Genial Capítulo 5
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